15 julio 2009

Artículo sobre la Dra. Felicié: La única red que libera


Cuando vi a una mujer -que nunca había utilizado una computadora-, comunicándose con su hijo, destacado en Irak, a través de la red cibernética de la biblioteca de Carolina, lloré de emoción”


ILEANA DELGADO CASTRO / idelgado@elnuevodia.com
“Soy una negrita del barrio Espinosa”. Así se presenta, con una suave sonrisa, Ada Myriam Felicié Soto, catedrática del Sistema de Bibliotecas del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. El barrio donde se crió está ubicado entre Vega Alta y Dorado y relata que procede de una familia pobre trabajadora.

“Mi padre, Francisco Felicié, que era educador, me enseñó a denunciar problemas sociales”, afirma la catedrática, que plasma su conciencia en una anécdota que su madre gusta de recordar en fiestas familiares. “Antes, en las escuelas públicas regalaban zapatos a los niños pobres una vez al año. Ese día todos los niños recibieron un par. Pero cuando me lo fueron a dar, yo le dije a la maestra que no, que mis padres me podían comprar zapatos”, relata Felicié, tras asegurar que su madre, Julia Soto, fue su modelo como persona luchadora.

Autora del libro “Biblioteca pública, sociedad de la información y brecha digital”, plantea que no tener acceso a las nuevas tecnologías de la información (como computadoras o Internet) se traduce en la exclusión de los más desaventajados de la sociedad. “Si no tienes ese acceso y no estás bien informado, vas a tener menos oportunidades”, sentencia Felicié, cuyo libro se utiliza como texto en universidades de diferentes partes del mundo. Por eso no es extraño un incidente que su madre recuerda en las fiestas familiares.

Un verano trabajó con su madre en la misma fábrica y esa experiencia la marcó. “Ver la dinámica de lo que es trabajar en una línea de producción, el ambiente de cierta hostilidad y lo duro que se trabaja, me motivó a estudiar”, agrega la bibliotecaria, quien entró a estudiar a la UPR con 16 años y terminó el bachillerato en tres años y medio.

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“He vivido una vida muy acelerada”, acepta la catedrática de 53 años, al recordar que estudió bibliotecología por puro accidente.
Hizo un bachillerato en educación para ser maestra de español. Pero al terminar, la única plaza que surgió en Vega Alta, era de bibliotecaria. “Lo acepté y me encantó la profesión”, afirma Felicié. Entonces decidió hacer una maestría en ciencias bibliotecarias y otra en orientación y consejería en la UPR, institución que la reclutó después de graduarse y donde ha laborado por los últimos 32 años.

En el 2002 Felicié obtuvo una sabática para hacer un doctorado en bibliotecología y documentación en la Universidad Carlos III de Madrid. Y fue allí donde entendió la importancia del acceso a la tecnología de la información a través de las bibliotecas públicas.

Felicié no responde al estereotipo de la bibliotecaria que sólo piensa en organizar libros. Todo lo contrario, también es consciente de que la información es vital para el enriquecimiento cultural de una sociedad. Por eso se ha dedicado a promover que las bibliotecas públicas estén preparadas con la tecnología necesaria y que se hagan actividades que promuevan su uso.

En Vega Alta tuvo la oportunidad de asesorar a su alcalde, Isabelo Molina, en la creación de la Biblioteca Digital. Allí, además de clases de computadora y acceso a Internet, la población de edad avanzada, también puede utilizar Wii Fit de Nintendo, juego virtual que los ayuda a ejercitarse. “Es un proyecto de justicia social. Atiende el problema de la desigualdad tecnológica o brecha digital entre los viejos”, dice Felicié. Y con el juego, agrega, las personas mayores también perdieron el miedo a la tecnología.

“Cuando veo a los ancianos de Vega Alta jugando con Wii y tomando clases de computadora me digo: 'Ada Myriam, has puesto tu granito de arena por mejorar tu patria'. O cuando vi a una mujer -que nunca había utilizado una computadora-, comunicándose con su hijo, destacado en Irak, a través de la red cibernética de la biblioteca de Carolina, lloré de emoción”, cuenta satisfecha.

Como profesional ella también tuvo que abrirse paso en un ambiente elitista y clasista “donde los apellidos de abolengo cuentan”. “Ser mujer, negra, de clase trabajadora, procedente de un barrio y divorciada, no es precisamente el perfil de los académicos que se destacan”, resalta la catedrática, tras señalar que también ha sufrido “ese racismo solapado que existe en Puerto Rico”.
Su divorcio, tras 20 años de matrimonio fue un evento que, según sus propias palabras, la hizo tocar fondo. “Supe lo que es estar abajo, humillada y con una situación económica precaria. Pero mi fe cristiana me sostuvo”, expresa Felicié.

Sus valía profesional le ha permitido desplazarse a países como Estados Unidos, Argentina, España, Cuba, Perú, Chile, República Dominicana y México y en algunos de ellos ha dictado cursos universitarios y ha obtenido reconocimientos.

Y aunque disfruta plenamente de su profesión, sus tres hijas -Yaisa, Yarlín y Yaazieli-, son el verdadero indicador de éxito en su vida. Este año, de sabática de nuevo debido a que está terminando un segundo libro técnico aprovecha para capacitar al personal de las bibliotecas públicas para desarrollar actividades que reduzcan la brecha digital, misión que Felicié considera su objetivo fundamental.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Prof. Felicie, fue un placer conocerla y mucho mas tomar curso con usted. Gracias, Marilyn Garcia

José Luis Reyes dijo...

Saludos Profesora Felicié, me siento orgulloso de su labor!!!!

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